Seleccionar página

Natalia García es Licenciada en Criminología por la Universidad de Alicante, posee un máster en Metodología de las Ciencias del Comportamiento y de la Salud por la UNED y es Doctora en Criminología por la Universidad de Murcia. Actualmente trabaja en el Observatorio Internacional de Justicia Juvenil como coordinadora de proyectos y compagina su actividad profesional vinculada, principalmente, al ámbito de la justicia juvenil con la docencia. Natalia imparte clases en diferentes universidades como la Universidad Miguel Hernández, en la que es profesora colaboradora del Centro Crímina. Su tesis doctoral se centró en la victimización de menores en el ciberespacio, aunque cuenta con una amplia experiencia investigadora que abarca diferentes ámbitos de la Criminología.

Los usuarios de internet pueden favorecer su victimización con su actuar en el día a día. ¿Qué conductas realizan para posicionarse en una situación de riesgo?

Es difícil determinar cuáles son las principales conductas de riesgo que aumentan la probabilidad de ser víctima en el ciberespacio. No es matemática exacta, pero en mi tesis doctoral se puede comprobar que  acosar a otros en el ciberespacio o tratar con desconocidos son algunas de las conductas típicas a las que se exponen las personas. También influye publicar información personal en las redes sociales o que los dispositivos con los que se conectan a internet posean información personal, entre otras.

WhatsApp Image 2018-09-26 at 18.57.40 (1)

¿Qué estrategias se pueden llevar a cabo para prevenir estas situaciones de riesgo?

Analizando estos factores de riesgo asociados a las conductas de victimización, se observa que si dejamos de hacer esas conductas de riesgo es mucho más probable que no se sufran estas situaciones de acoso. Por tanto, si una de las conductas es contactar con desconocidos a través de internet, hay que intentar, en la medida de lo posible, no contactar con desconocidos. Y si se hace, que sea en un ámbito controlado, que permita hacer un buen análisis de perfil de la otra persona. Sobre todo en el ámbito profesional, donde puedes comprobar si la otra persona es realmente quien dice ser. También es muy importante guardar de forma segura nuestra información personal. Para ello, hay diferentes mecanismos como no almacenar la información personal en los dispositivos en los que nos conectamos a internet, no publicarla en redes sociales y no compartirla a través de mensaje de texto, WhatsApp o correo electrónico.

El ciberacoso en menores es el tema central de su tesis, ¿cuáles son las conductas concretas?

En mi estudio, me centré en las conductas concretas del acoso continuado, es decir, aquellas conductas que sufren más los jóvenes a través de las TIC. Especialmente, en los insultos, en la difusión de rumores dañinos sobre una persona, en el contacto de manera repetida aun habiendo solicitado el cese de esa comunicación o en el haber sido marginado o excluido a través de las TIC (ser eliminado de los grupos de WhatsApp, no ser agregado a perfiles o grupos en las redes sociales, etc.).

Centrándonos concretamente en los menores, ¿cómo influyen los actos de los menores en internet en la victimización?

Muchísimo. Una parte muy importante para entender el ciberacoso o los delitos a través de la red es saber que el comportamiento del usuario es primordial, porque se convierte en su propio guardián en el ciberespacio. Con su actuar aumenta el riesgo, por tanto si deja de hacer estas actividades, estará menos expuesto a esas situaciones de victimización.

jóvenes con el móvil

¿Influye la vigilancia familiar, compartir ordenador y dispositivos móviles o agregar a familiares en redes sociales a proteger a los menores?

Sí, influye muchísimo. De hecho, en el estudio que hice se puede comprobar que aquellos jóvenes que comparten su ordenador o sus dispositivos con otras personas tienen menos riesgo de ser víctimas en el ciberespacio. Así, aquellos jóvenes que agregan a las redes sociales a sus familiares más cercanos (padres, madres, hermanos, primos, etc.) tienen menos riesgo. Al final un joven puede utilizar internet, hacer uso de su ordenador y dispositivos móviles, sin tener ese control directo de sus familiares más cercanos. Por tanto, compartir sus redes sociales con su familia, saber que están ahí, conlleva que no hagan determinadas actividades de riesgo, que al final, son las que les van a hacer sufrir esas formas de victimización.  

«Los jóvenes que comparten su ordenador con otras personas tienen menos riesgo de ser víctimas en el ciberespacio.»

¿Cómo describirías los tipos de ciberacoso que sufren los jóvenes?

Es muy difícil. Tipos de ciberacoso, es decir, cómo se materializan esas formas de acoso, hay muchas. Y lo más importante no es que haya muchas formas, sino que van a seguir cambiando las modalidades de acoso, es decir, en la medida en que se vayan desarrollando nuevas tecnologías y nuevas formas de compartir espacio con otras personas o contactar con otras personas a través de las aplicaciones, se van  a crear nuevas formas de victimización. Si observamos la evolución de las redes sociales, ahora contactamos con más público en general, o nos permiten en tiempo real dar nuestra ubicación o compartir determinada información. Por tanto, si nuestros comportamientos cambian, descubriremos nuevas formas de victimización.

¿Existe un perfil del menor víctima de ciberacoso continuado?

No existe un perfil que se repite constantemente. No podemos decir “generalmente, las víctimas del ciberacoso son los jóvenes de 14 años”. En el estudio descubrimos que todos los jóvenes de las edades que comprendía la investigación (de 12 a 18 años) habían sufrido alguna forma de victimización. Pero, es cierto que las conductas concretas que analizamos habían mucho más prevalencia de victimización entre los jóvenes de 14-15 años que en el resto de grupos. Pero si eso lo comparas con otros estudios, no hay un grupo exacto. Incluso, cuando hablamos de diferencias de sexo, depende mucho más de las conductas. Por tanto, las diferencias, estadísticamente hablando, no son tan importantes porque estamos hablando de un amplio grupo, tanto de chicos como de chicas, que sufren esa victimización. Así, nos tenemos que centrar más en los jóvenes que realizan las conductas de riesgo que en las características. Deberíamos de hacer el perfil en función de cómo usan las TIC y  no con las características sociodemográficas de los jóvenes.