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La técnica del criminal profiling emerge y cobra importancia cuando los métodos policiales tradicionales no son suficientes para resolver un crimen. Esta técnica consiste en la inferencia de las características biográficas y de estilo de vida de un delincuente desconocido responsable de una serie de crímenes graves, a través de las acciones que realiza en cada uno de esos delitos. Con ello, los analistas del crimen pueden generar modelos predictivos de la delincuencia en espacios geográficos concretos, optimizando los recursos para la prevención situacional de la delincuencia.

Uno de los aspectos que se derivan del criminal profiling es el perfil geográfico, es decir, la capacidad de inferir el lugar de residencia o del siguiente crimen a través de la localización de delitos previos. Según David Canter, profesor de la Universidad de Liverpool e impulsor de la Escuela de Psicología Investigativa, “el secreto del perfil geográfico es la capacidad de ver a través de los puntos representados en un mapa, entender la importancia de los lugares que el delincuente está eligiendo, y el significado que para él tiene el camino que realiza hacia ellos”.

Los agresores sexuales o asesinos en serie no eligen de manera aleatoria donde cometer un delito. Brantingham & Brantingham, a principios de los ochenta, propusieron la teoría de los patrones delictivos, basada en la idea de que los patrones espaciales por los que se mueven los delincuentes no difieren de los patrones habituales del resto de la población. Esta teoría, junto a otros modelos teóricos criminológicos como la teoría de las actividades rutinarias o la teoría de la elección racional, son la base de los desarrollos actuales del perfil geográfico.

En esta línea se encuentra también la idea del mapa cognitivo o esquema mental. Para desenvolvernos en el entorno que nos rodea creamos esquemas y representaciones mentales, derivados de nuestra experiencia. Así, estos mapas mentales nos permiten movernos por la zona donde residimos, nuestra ciudad, etc. De la misma forma, la relación que un delincuente establece con la zona donde reside para elegir dónde realizará un delito está condicionada por su mapa cognitivo. Conocer y analizar el mapa cognitivo de un delincuente permite determinar el punto de partida del delincuente para cada delito, el cual puede ser su domicilio, lugar de trabajo o su domicilio anterior. Este punto de partida es lo que denominamos punto de anclaje, objetivo del análisis del comportamiento geográfico y una de las claves para identificar al agresor.

Uno de los primeros perfiles geográficos realizados en España fue llevado a cabo por Vicente Garrido (profesor nuestro en el Máster de Análisis y Prevención del Crimen), criminólogo y profesor de la Universidad de Valencia, del asesino en serie Joaquín Ferrándiz. La ciudad de Castellón vivió un episodio estremecedor, entre julio y septiembre de 1995, y en septiembre de 1996, los cadáveres de cinco mujeres de entre 20 y 25 años fueron encontrados en los alrededores de la ciudad. El juez instructor solicitó a Vicente Garrido un perfil criminológico del caso, para esclarecer si dichas muertes estaban relacionadas, y las posibles características de su agresor. Con la información del caso, Garrido elaboró el perfil geográfico del delincuente, que sumado a los datos del perfil criminológico, le llevaron a la conclusión de que dichos crímenes habían sido cometidos por el mismo sujeto, varón, de unos 30 años de edad y que residiría en la zona de Castellón, probablemente en la misma ciudad.

 


Artículo elaborado  por  María Balibrea Soria (alumna del Máster Oficial en Intervención Criminológica y Victimológica)