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La investigación científica de los mecanismos explicativos del miedo al crimen ha sido una de las áreas en expansión en criminología durante las últimas dos décadas. El empeño de académicos de diferentes países por profundizar en el miedo al crimen, fenómeno definido como la “respuesta emocional de nerviosismo o ansiedad al delito o símbolos que la persona asocia al delito” (Ferraro, 1995, p. 4), ha dado lugar a nuevos enfoques para el estudio y la comprensión del fenómeno enfocados a suplir las carencias de las aproximaciones y metodologías de estudio tradicionales. A continuación se van a detallar brevemente algunas de las más recientes aportaciones al estudio del miedo al crimen a nivel internacional, fijando especial atención a los avances realizados en España.

A nivel metodológico, se ha puesto el acento en la diferencia, ya adelantada por Gabriel y Greve (2003, pp. 602-603), entre la predisposición personal al miedo al crimen y los episodios o eventos concretos de miedo. En dichos términos, se apunta a la necesidad de diferenciar entre metodologías enfocadas al estudio de la tendencia de cada individuo a sufrir episodios de miedo, y las metodologías que centran su interés en los episodios en sí mismo, más allá de la predisposición personal de cada uno.

Entre los nuevos enfoques metodológicos para profundizar en la explicación de las predisposiciones personales al miedo al crimen, se puede destacar, en primer lugar, la introducción del empleo de los Sistemas de Información Geográfica para analizar la distribución espacial de dicha disposición, la cual varía entre barrios y ciudades (Vozmediano-Sanz y San Juan-Guillén, 2006). Asimismo, durante los últimos años la criminología española también se ha interesado por el desarrollo de instrumentos fiables de medición del miedo el crimen a partir de encuestas (Fernández-Molina y Grijalva-Eternod, 2012; Vozmediano-Sanz et al, 2009), destacando en este sentido la participación de la Universidad de Barcelona y el Departamento de Interior de la Generalitat de Catalunya en el Proyecto MARGIN. También se deben subrayar, por su novedad, las nuevas investigaciones que buscan profundizar en los indicadores fisiológicos del miedo (al crimen) a través de metodologías experimentales, siendo pionero en la materia el estudio realizado en la ciudad danesa de Aarhus por investigadores del Centro CRÍMINA Castro-Toledo et al, 2016, pp. 46-47). Finalmente, una nueva línea de investigación está aplicando técnicas de estimación en áreas pequeñas para el cálculo de estimadores fiables – a nivel de área muy pequeña – del miedo al crimen recogido por encuestas de victimización (Buil-Gil y Moretti, 2016).

Por otro lado, también se han desarrollado, durante los últimos años, nuevas metodologías destinadas a recopilar datos detallados sobre los eventos o episodios concretos de miedo al crimen a tiempo real, permitiendo mapear y ubicar en el tiempo dichas experiencias. En este sentido, la investigación de Solymosi et al (2015) en Londres es especialmente destacable. En dicho estudio se desarrolló una aplicación de móvil, denominada FOCA, que permitía a sus usuarios reportar las experiencias de miedo ante el crimen a tiempo real. Dichos datos permiten un estudio pormenorizado de la distribución de los espacios que generan mayor y menor miedo en la ciudad de Londres, así como de cuándo dichas experiencias tienen lugar. Un estudio similar ha sido realizado recientemente por investigadores del Centro Crimina, los cuales han desarrollado la aplicación móvil InseguridApp, la cual permite analizar los entornos que generan mayor miedo a la victimización en la ciudad de Elche, así como su variabilidad temporal (Buil-Gil y de Orbe-Izquierdo, 2016, p. 47).

Todo lo anterior ha permitido, a nivel teórico, el desarrollo de nuevos enfoques para interpretar tanto la predisposición personal al miedo al crimen como sus episodios específicos a partir tanto de variables sociodemográficas como situacionales. A partir de las tradicionales aproximaciones de la vulnerabilidad y las experiencias de victimización (Hale, 1996) y de la información obtenida de las nuevas líneas de investigación citadas, se han propuesto nuevos planteamientos teóricos para la explicación del fenómeno. Destacan, entre ellos, los enfoques teóricos ambientales del miedo al crimen.

Según las aproximaciones ambientales, existen espacios geográficos que, por sus características situaciones y de organización social, albergan una mayor concentración de experiencias de miedo al crimen. Las aproximaciones ambientales teorizan que dichos entornos, definidos como “hot spots of fear” por unos y enclaves del miedo por otros, tienen una serie de características que causan que las personas, tanto residentes como transeúntes, sientan un mayor miedo cuando caminan o residen en ellos. Así, Fisher y Nasar (1995) proponen que son la ausencia de perspectiva, los rincones que permiten el escondite de agresores y la ausencia de vías de escape los que generan un mayor miedo en las personas; Doran y Lees (2003) explican el miedo al crimen a partir de los síntomas de desorden visibles en las calles; Gibson et al (2002) teorizan que los espacios con menor percepción de eficacia colectiva generan mayor miedo. Asimismo, las anteriores aproximaciones, junto con la variabilidad temporal de las experiencias de miedo, se pueden complementar en marcos explicativos integradores como la recientemente publicada Aproximación Integradora al Enclave del Miedo (Buil-Gil, 2017).

En síntesis, si bien es claro que, a nivel internacional, la criminología ha dedicado una atención creciente al estudio del miedo al crimen en sus múltiples dimensiones, se puede concluir que dicha tendencia ha sido, como mínimo, igualmente creciente en España, permitiendo todo ello un enfoque no solo más rico y complejo, sino más focalizado y eficiente, a la políticas públicas enfocadas en la gestión del miedo al crimen.


Autor:  David Buil-Gil (Investigador asociado de CRÍMINA e investigador predoctoral de la Universidad de Manchester).