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Natalia García Guilabert, profesora de la Universidad de Murcia y estrecha colaboradora de CRÍMINA, recientemente ha publicado El ciberacoso, análisis de la victimización de menores en el ciberespacio a través de teoría de las actividades cotidianas, una monografía en la que refleja el trabajo desarrollado con su tesis doctoral. Queremos dedicar este post al prólogo del libro, escrito por Fernando Miró Llinares, director de CRÍMINA.

Defensa de tesis, Natalia García

Prólogo 

Este libro y la tesis doctoral que lo sustentan, rompen varias reglas no escritas pero socialmente aceptadas: una, la de que las tesis doctorales, en Criminología, como en Psicología y otras ramas afines, deben desgajar su contenido en artículos, al ser más conveniente hacerlo para el mejor progreso de la carrera académica; dos, la de que quien escribe una tesis excelente suele dedicarse, antes, pero también después, a la carrera académica. La ruptura de esta segunda regla es, obviamente, la causa de que pudiera producirse la ruptura de la primera. Por la explicación de esta iniciaré mi exposición.

La cultura de la acreditación, del “paper” o del sexenio, según se prefiera, que nos ha invadido a todas las ciencias sociales, ha convertido en algo inusual la publicación de monografías científicas y en algo aún más sorprendente el que las tesis doctorales se editen en libros monográficos. Lo común es, incluso en las tesis que no son “por artículos”, que las mismas acaben disgregándose en dos o tres artículos publicados en revistas especializadas meses o años después de la lectura. El Derecho parecía ajeno a esta regla, en esa norma de las ciencias jurídicas, a veces positiva otras no tanto, consistente en tratar de ser excepción y defender con uñas y dientes su autonomía. Pero ya empieza a caer en la tendencia de preferencia hacia los artículos y solo se mantiene la regla de publicarse íntegramente las obras que son reflejo de las tesis, aunque estas también se desgajan antes y después para favorecer sexenios futuros y otros requisitos ineludibles de todo ser universitario. La Criminología, según el tipo de trabajo doctoral y su cercanía a la Sociología, la Psicología o el Derecho, podría haberse acogido a uno u otro modelo, pero la tendencia a hacer trabajos empíricos que la acercaban mucho más a la Psicología, impuso la moda de trocear las tesis para sacar varios artículos firmados por el autor y, en algunos casos, por otros autores de la investigación. Esto no es malo, que quede claro, ni peor que lo otro (creo que tampoco mejor), por supuesto, simplemente es una forma de divulgar la investigación que tiene ventajas e inconvenientes como los tiene el otro modelo, el de publicar las tesis doctorales como monografías completas. Las ventajas del “modelo paper” son muchas y no solo las de incrementar el número de obras: permite que se publiquen muchas partes que podrían quedar fuera de una monografía si es que esta quiere ser comercial; facilita que las distintas partes de una tesis que pueden interesar a diferentes áreas lleguen a las mismas al publicarse en las revistas especializadas de cada rama rompiendo, así, la patética y maligna tendencia de los científicos de cada rama a mirarnos el ombligo como único ente existente; y, finalmente, mejora la difusión de las obras científicas particularmente cuando las revistas están en el ciberespacio. Pero también tiene inconvenientes o, mejor, desventajas frente al modelo de la publicación íntegra de la monografía, como el que obliga a reducir argumentos, ideas, pruebas metodológicas y demás en pos de lograr someterse a las exigencias de tamaño de las editoriales que, como todo el mundo sabe, no discriminan ni por el tipo de estudio ni por nada, convirtiéndolo todo en masa homogénea empaquetada con la apariencia de comida rápida, aunque contenga, algunas veces, auténticas “delicatesen”.

La publicación de la tesis como monografía tiene otras ventajas, pero la principal es ésta: la obra se puede presentar como fue ideada, desarrollada y presentada con sentido científico. Esto no supone que tenga que publicarse la tesis tal y como se presentó el día de la lectura: además de los comentarios del tribunal y del director, la editorial tiene su proceso de evaluación y dicta sus propias reglas que obligan a publicar solo lo que es imprescindible. Pero sí permite que se presente todo el planteamiento teórico, sin desgajar ni comprimir en exceso algunas partes relevantes, y todo el desarrollo metodológico que, en algunos casos, como el presente, puede ser muy complejo, tanto, que resulte imposible reducirlo a cuatro o cinco páginas.

Todo esto, algo que nunca podría publicar en un artículo, me sirve para introducir un libro que ha tenido la suerte de poder no ser troceado y destrozado para separarse en varios artículos ya que la autora, por desgracia para la Universidad, no lo necesita, sobre lo que volveré más adelante. Gracias a ello podemos disfrutar de un trabajo completo y complejo, tanto por el planteamiento teórico desde el que se enfoca y que la autora aborda cumpliendo las reglas de exhaustividad y rigor, como por el abordaje metodológico coherente e impecable a la vez que valiente, lo que era esperable para quienes sabíamos que estábamos ante una de las profesionales de la criminología que mejor domina el árido mundo del método empírico. Porque esta era una tesis para publicarse en monografía, que exigía una revisión en castellano de todos los factores de riesgo asociados a la Teoría de las Actividades Cotidianas como la que hace la autora, y porque la multiplicidad de variables independientes era tal que requería una metodología novedosa y compleja. Gracias, pues, a BdF, nos hemos podido saltar una regla que, como tal, debe permitir excepciones, y así, podemos disfrutar la comunidad científica de la Criminología en castellano de una investigación profunda y sin restricciones sobre un tema de tanta importancia e interés como es el del ciberacoso.

Esta monografía, por otra parte, y esto no puedo obviarlo, supone el más importante desarrollo empírico de mis propios posicionamientos teóricos sobre la ciberdelincuencia y sobre la relación de la misma con las actividades cotidianas de las personas. Como verá el lector, la autora adopta algunos de mis planteamientos teóricos sobre el cibercrimen desde el prisma de la Teoría de las Actividades Cotidianas, los discute, los modifica, en consonancia con otros desarrollos posteriores y con su espíritu crítico, y trata de operativizarlos para contrastarlos empíricamente por medio de una metodología que, independientemente de su novedad para la gran mayoría de quienes nos dedicamos a estos menesteres, resulta la más adecuada para los objetivos pretendidos. El resultado es una tesis que demuestra al menos dos cosas: la primera que los actos de ciberacoso o cyberharassment, como concepto que engloba conductas caracterizadas por el hostigamiento continuado y lesivo de derechos de los individuos, son más comunes entre los menores españoles de lo que se creía y que, por tanto, hay que reforzar las estrategias para prevenir los mismos; la segunda, que entre las múltiples medidas que se deben tomar en consideración para la prevención del ciberdelito, deben incluirse todas aquellas medidas centradas en la educación de la víctima y en la modificación de los ciber-lugares en los que se produce el contacto entre agresor y víctima a partir de la constatación de que estas últimas, con su actuar cotidiano en Internet, determinan su mayor o menor riesgo de victimización. La autora, sin embargo, va más allá de la mera constatación de que la mayor exposición de la víctima en Internet incrementa la victimización por acoso: desarrolla los constructos visibilidad y accesibilidad del usuario y encuentra sus concretas expresiones para la victimización analizada. Al fin y al cabo, la Teoría de las Actividades Cotidianas se distingue claramente de la de los Estilos de Vida en combatir las generalizaciones y en tratar de concretar al máximo qué concretas actividades, en relación con cuáles otras, son las que incrementan el riesgo de ser victimizado. Con su trabajo, la autora avanza en esta línea y muestra cómo alguien se hace visible para el acoso, qué específicas conductas de riesgo incrementan la posibilidad de que contacte con un agresor motivado; cómo alguien facilita, generalmente sin quererlo, el acceso a uno mismo o a su sistema y favorece, de tal modo, su victimización.

Es cierto que, desde un punto de vista metodológico, la monografía se centra en una visión muy concreta y particular, la de la Teoría de las Actividades Cotidianas aplicada a la victimización por ciberacoso. El estudio no tiene en cuenta muchos otros factores que, sin duda, explican también la victimización por ciberacoso pero que no son objeto de este trabajo. Esto no solo no lo invalida sino que lo hace mucho más válido y útil como trabajo empírico frente a vacuos intentos de “medir todo a la vez”. ¡Ay de quienes pretendan, con un estudio, explicarlo todo, abarcarlo todo, verlo todo, pues probablemente tropiecen en su segundo paso, cayendo estrepitosamente o en el ridículo o en la nada¡ La ciencia pide pasos seguros, por tanto, pequeños, y este lo es y, si se sigue, y se le suman otros hechos desde otros planteamientos y perspectivas, dará lugar a caminos largos que pueden ayudar a la prevención efectiva del ciberacoso.

Pero, además de lo metodológicamente novedoso que es el estudio empírico y lo consistentemente construido que está, el interés de este libro no se ciñe a él. La monografía contiene, en su primera parte, una muy completa visión, inédita en castellano, sobre un fenómeno delictivo de cada vez mayor prevalencia. En este libro se define y analiza el cibercrimen y se caracteriza a una de sus tipologías esenciales, los actos de ciberacoso, prestando especial atención a cómo afectan las mismas a los menores.

El ciberdelito, cuando algunos empezamos a estudiarlo desde el prisma criminológico, ya era una realidad, pero ahora lo es aún más y requiere de muchas investigaciones que, además, se centren menos en la retórica y más en la prevención. A mi parecer ya hemos superado la etapa de analizar el cibercrimen, todo él, desde tal paradigma o desde tal otro. Lo dice quien lo ha hecho. Ahora es el momento de avanzar hacia la mejor comprensión del fenómeno para lo cual habrá que aceptar que no es un fenómeno unívoco sino multifacético y poliédrico. En Crime and Everiday Life Felson puso de manifiesto la tendencia a hablar del crimen como un todo, obviando que dentro de esa palabra hay eventos muy diferentes entre sí que deben ser analizados desde su propia particularidad. Este espíritu está en esta obra, que no trata el cibercrimen como algo genérico mitológico e indeterminado, que merece reflexiones onanistas, circulares y rimbombantes, sino como una categoría que, la autora, disgrega y separa en un evento que trata de comprender y explicar. En esto también es un ejemplo.

Como dije al principio, este libro puede publicarse como monografía gracias, en parte, a que la autora no necesita publicar tres o cuatro artículos científicos al no dedicarse, en estos momentos, a la carrera académica. Natalia García es una Doctora en Criminología, premiada por esta tesis con el primero de los premios extraordinarios de doctorado del joven programa Interuniversitario en Criminología de las Universidades de Murcia, Granada y Miguel Hernández de Elche, que empezó y desarrolló su carrera bajo mi tutela en los albores del que todavía ni siquiera se llamaba Centro Crimina. Su formación metodológica y criminológica pero, sobre todo, su carácter curioso, reflexivo y tendente a la duda y a la búsqueda de su superación, la convertían en una investigadora potencialmente excelente. Con franqueza, pronto vi que tenía unas posibilidades magníficas de convertirse en una investigadora brillante y por eso la puse bajo mi tutela directa en la línea de investigación más importante del Centro Crímina, el Cibercrimen. Al terminar su tesis, sin embargo, Natalia decidió dejar la Universidad debido a una oferta de una importante fundación para trabajar en el desarrollo de proyectos. Esto es una alegría porque supone que, al fin, los criminólogos bien formados obtienen su lugar y dedican toda su capacidad profesional al desarrollo de proyectos y acciones que repercutan en la mejora de la sociedad. Pero es una pena para la Universidad que, quizás por no poder competir en rapidez y en perspectiva de futuro a corto plazo, pierde (esperemos que no totalmente) a quien, con otro sistema legal más flexible y con otro sistema de financiación de la investigación más justo y en el que realmente se busque la excelencia, podría desarrollar aún mejor sus muchas habilidades. Quizás en otro contexto el resultado hubiera sido distinto, pero en el que teníamos yo me enorgullezco de haber apostado por ella como investigadora de futuro, de haberle dirigido esta tesis y de seguir apoyando que sus resultados de investigación y su talento vean la luz y nos enriquezcan a todos. Al fin y al cabo, de eso se trata.

Prof. Dr. Fernando Miró Llinares

Catedrático de Derecho penal y Criminología de la Universidad Miguel Hernández de Elche